Aprender para ganarse la vida

Aprender para ganarse la vida Aprender para ganarse la vida

Aprender en el lugar de trabajo es trabajo, y debemos hacer espacio para ello

El final del evento se estaba retrasando, el coche estaba esperando, pero el conferenciante principal estaba disfrutando, respondiendo a las preguntas de un gran auditorio lleno hasta la bandera de ejecutivos, emprendedores ambiciosos y estudiantes de administración de empresas. “Prepárense para una era en la que todos estamos metidos en la tecnología –les había dicho–, tanto si trabajan en la industria tecnológica como si no”. El moderador solicitó una última pregunta. “¿Cuál es la mejor manera de prepararse?”, preguntó una mujer. “Ser muy buenos aprendiendo”, dijo sin vacilar. “El momento en que se deja de aprender es el momento en que se empieza a morir”.

Los llamamientos al aprendizaje han sido frecuentes en los retiros empresariales, congresos profesionales y reuniones similares. Pero, con el furioso ritmo de cambio que la tecnología ha impuesto a las empresas y a la sociedad, esto se ha vuelto aún más urgente (1). Los líderes de todos los sectores parecen estar de acuerdo en algo: el aprendizaje es imprescindible, y no es un tópico. Sin él, las carreras se frustran y las empresas fracasan. Las personas con talento acuden a las compañías que prometen invertir en su desarrollo, tanto si se van a quedar en la empresa como si no (2). Y las empresas gastan mucho en esto. Según una estimación, en 2018, el gasto empresarial en iniciativas de aprendizaje y desarrollo superó los 200.000 millones de dólares (3).

A pesar de las grandes declaraciones y las importantes inversiones, aprender en el trabajo sigue siendo complicado. Las personas son ambivalentes al respecto, cuando no, francamente, resistentes. Queremos aprender, pero nos preocupa que no nos guste lo que aprendemos, o que ese aprendizaje nos cueste demasiado, o que nos veamos obligados a renunciar a nuestras preciadas ideas (4). A menudo hay algo de vergüenza en aprender algo nuevo cuando se es adulto, me dijo un mentor al comienzo de mi carrera profesional. ¿Qué pasa si, en este proceso, se descubren nuestras carencias? ¿Qué pasa si, simplemente, no somos capaces de adquirir los conocimientos y las habilidades necesarios? Llevo dos décadas estudiando el aprendizaje en adultos, ayudando a las empresas a diseñar e implementar iniciativas de aprendizaje y formando y guiando a miles de empleados con alto potencial y ejecutivos en todo el mundo. Las palabras de ese mentor han resultado ser sabias: nada verdaderamente novedoso, nada realmente importante, puede ser aprendido fácilmente.

Además, la mayoría de las organizaciones no son tan acogedoras hacia el aprendizaje como su retórica parece indicar (5). En mi trabajo, escucho las mismas quejas una y otra vez: “A mi jefe no le importa el aprendizaje”. “La presión para obtener resultados prevalece sobre nuestra necesidad de aprender”. “Se nos dice que celebremos los fracasos como oportunidades de aprendizaje, pero yo nunca siento que pueda permitirme fracasar”.

Aunque queremos aprender y las empresas necesitan que aprendamos, resulta difícil y se nos da poco espacio para ello. He descubierto que parte del problema es que, a menudo, entendemos el aprendizaje como algo que ...


Gianpiero Petriglieri

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Profesor titular de Comportamiento Organizacional en INSEAD
y experto en liderazgo y aprendizaje en el lugar de trabajo