Ni las nuevas tecnologías son la única fuente para innovar ni la crisis en una empresa agudiza el ingenio. Existen una serie de mitos en torno a la innovación que conviene desterrar para garantizar el futuro de nuestra organización.
La dialéctica de la innovación: diez mitos revisados
ES
Enric Segarra
Business Review (Núm. 349) · Estrategia · Noviembre 2024
Hoy en día se invoca mucho la innovación para explicarlo y justificarlo prácticamente todo en el ámbito de los negocios, a menudo sin haber pensado detenidamente qué significa y qué implica, y mucho menos bajo qué condiciones se produce.
Hay una serie de discursos y lógicas dominantes alrededor de la innovación a los que solemos abrazarnos dogmáticamente sin ningún espíritu crítico. Por tanto, conviene empezar por definir qué es la innovación, cómo y dónde ocurre, y qué la explica, lo cual permitirá desterrar algunos de los mitos que erróneamente la acompañan.
La innovación es esa actuación deliberada y persistente encaminada a mejorar las cosas (el statu quo) que, en retrospectiva, explica el progreso que ha experimentado la humanidad a lo largo de la historia. Eso y un poco de fortuna (serendipia) bien interpretada e incorporada al proceso, claro.
A nivel individual, la innovación surge esencialmente de la insatisfacción por algo que consideramos que podría ser mejor si se hubiera hecho de otro modo. Surge de una pulsión interior implacable, inherente a los humanos, por intentar mejorar la realidad actual, de no quedarse “en paz” con lo conseguido (inconformismo) y seguir dándole vueltas hasta dar con algo más satisfactorio en una espiral sin fin.
Si eso lo trasladamos al ámbito empresarial, hay que añadir un elemento más. Si a ese inconformismo que nos impulsa a repensar las cosas, los procesos o las maneras (y nos empuja a preguntarnos “¿y si…?” o “¿cómo podríamos…?” como vías para provocar a nuestra imaginación y conjeturar nuevas maneras), le añadimos el legítimo interés por captar la atención y granjearse el favor económico de nuestros clientes y prospectos, descubrimos que es precisamente la innovación, a través del valor añadido percibido que agrega, el único camino que puede aportarnos un rédito económico y permitirnos disfrutar de una posición de monopolio temporal frente a nuestros rivales.
Más allá de canalizar esa suma de insatisfacciones personales que impulsan la innovación, las empresas se obligan a innovar para disfrutar de esa posición ventajosa frente a sus competidores. No hay futuro posible si nos quedamos anclados en el presente, por muy rentable que este sea. Por tanto, innovar debería ser una actitud meditada, convencida y continuada en cualquier organización, no un golpe de riñón para superar un repecho puntual en la ruta.
Podemos definir la innovació...
Enric Segarra
Profesor de Innovación en Deusto Business School ·