Las competencias emocionales en el liderazgo del siglo XXI

Las competencias emocionales en el liderazgo del siglo XXI Las competencias emocionales en el liderazgo del siglo XXI
Business Review (Núm. 214) · Habilidades directivas

El liderazgo puede definirse como la influencia que una persona ejerce sobre otra o sobre un grupo en determinadas circunstancias a través de un proceso de comunicación y que se orienta hacia la consecución de un logro u objetivo. Pero ¿cómo lograr hacerse influyente? ¿Qué hace que una persona sea capaz de inspirar, guiar y dirigir a individuos o colectividades hacia la consecución de un objetivo específico?

Filósofos, neurofisiólogos, psiquiatras, psicólogos y científicos de todos los ámbitos han tratado de acercarnos con sus investigaciones a estas respuestas, para ofrecer las bases del funcionamiento de nuestro cerebro e inteligencia social, que es la responsable del liderazgo.

El desarrollo de la vida de las personas, el éxito social, académico, afectivo y profesional no puede ser explicado solo a partir de una concepción unitaria, factorial o jerárquica de la inteligencia, ni tampoco con el funcionamiento de una adecuada estructura de pensamiento. Muchos comportamientos y capacidades considerados excepcionales no son producto exclusivo del conocimiento y del pensamiento. Las personas son capaces de operar inteligentemente en facetas que tienen componentes de muy diverso matiz, entre los que se incluyen lo emocional y lo social.

El modelo de conocimiento que aún prevalece no acaba de explicar la relevancia de las emociones en la vida intelectual e ignora, por tanto, muchas de las facetas humanas que no dependen de la lógica de la razón intelectual, sino de los sentimientos que acompañan a la vida y que determinan más exactamente la cualidad de la información que recibimos.

Para explicar esto surge la expresión inteligencia emocional, que hace referencia a la capacidad humana de sentir, entender, controlar y modificar los estados emocionales de uno mismo y de los demás. El uso más lejano de un concepto similar al de inteligencia emocional se remonta a Charles Darwin, que indicó en sus trabajos la importancia de la expresión emocional para la supervivencia y la adaptación.

El artículo de McClelland, publicado en 1973 bajo el título de "Testing for Competente Rather Than for 'Intellegence'" (Pruebas para la competencia antes que para la inteligencia), cambió los términos del debate. En su opinión, las aptitudes académicas tradicionales como las calificaciones y los títulos no nos permiten predecir adecuadamente el grado de desempeño laboral o el éxito en la vida. McClelland afirma que los ra...