Sesgos cognitivos y el futuro económico

En 2017, Richard Thaler fue galardonado con el Premio Nobel de Economía. Y, ¿qué tenía de especial su nombramiento? Supuso considerar sesgos que, sistemáticamente, influyen en las decisiones económicas: la racionalidad limitada, la percepción de justicia y la falta de autocontrol. Según Thaler: “No era lo mismo suprimir un descuento sobre un precio que añadir un recargo al mismo, aun terminando en la misma cifra” (Thaler, 199).

De hecho, a raíz de descubrimientos relacionados con sesgos, empezaron a surgir organizaciones como Ideas42.org, destinadas a la recepción de fondos para experimentos que intentaban resolver preocupaciones de compañías e instituciones con el objeto de conseguir mejores resultados. Algunas de las áreas que se trabajan son educación, salud pública y económica, vivienda global, sostenibilidad y ¿cómo no?, la gestión global de la COVID-19.

Un ejemplo de este desarrollo son los “insights” que se han obtenido sobre la distancia social. Gracias a ellos, sabemos que cuanto más vívidos sean los beneficios del distanciamiento social y las consecuencias de la inacción, más probable será que las personas se adhieran a la guía. También sabemos que respondemos con más fuerza a las pérdidas que a las ganancias, por lo que decirles a las personas que podrían causar la muerte de otras personas al salir debería ser más efectivo que decirles que están salvando vidas si se quedan en casa. Los investigadores probaron mensajes como: “Podrías infectarte sin síntomas. Si sales, podrías infectar a 45 personas en dos semanas y a 2.000 en un mes”, con mejores resultados.

Por tanto, la respuesta a si el avance en la comprensión de los sesgos podrá marcar la realidad empresarial es positiva, y, desde luego, supone una oportunidad para los que la quieran aprovechar.