Cómo medir el valor económico, social y medioambiental que genera una organización

Cómo medir el valor económico, social y medioambiental que genera una organización Cómo medir el valor económico, social y medioambiental que genera una organización
Business Review (Núm. 310) · Estrategia
Management & Innovation (Núm. 60) · Estrategia

La generación del máximo valor posible suele ser uno de los principales objetivos de cualquier organización. Y desde hace algunos años, se están produciendo cambios importantes en lo que se entiende por valor, ya que está ganando peso la dimensión social y medioambiental. El objetivo de este artículo es, en primer lugar, definir lo que se entiende por valor y sus diferentes componentes y, en segundo lugar, exponer cómo se puede medir el valor que genera una organización, teniendo en cuenta diferentes casos prácticos

Muy a menudo escuchamos a la persona que lidera una organización decir que el principal objetivo es crear valor. Para clarificar lo que significa esta palabra, podemos recordar que se trata de un término que procede del latín valere, que significa “que es apreciado”. Por ello, cuando una organización trata de crear valor, lo que intenta es generar algo que sea apreciado.

Hasta hace algunos años, la idea predominante era que los únicos destinatarios del valor generado por las empresas eran los accionistas, y que lo que más apreciaban era recibir dividendos, sin importar si para obtener beneficios se contaminaba un río, se utilizaba mano de obra infantil o se sobornaba a un funcionario. En el año 1970, por ejemplo, Milton Friedman, que unos años después recibiría el Premio Nobel de Economía, afirmó en un artículo del New York Times que “la única responsabilidad de la empresa hacia la sociedad es ganar dinero”. Esta visión justificaba que las compañías se concentrasen en generar valor económico para sus accionistas. Sin embargo, aunque muchas personas siguen pensando hoy como Milton Friedman en 1970, esta visión es cada vez más cuestionada. Hay un sentimiento creciente de que el modelo económico actual está generando mucha desigualdad y destruye el planeta. Día a día va creciendo la conciencia de la importancia de la responsabilidad social corporativa, entre otros motivos, porque está aumentando rápidamente la parte de clientes que toman sus decisiones de consumo considerando la actuación social que hacen las empresas. De acuerdo con datos de la UPF-BSM, el porcentaje de clientes que, al decidir comprar a una empresa o a otra, tienen en cuenta la dimensión social y medioambiental ha pasado del 10%, en 2005, al 30%, en 2010, y al 52%, en 2020. Es muy posible que los efectos de la crisis de 2008 y de 2020 hayan influido en esta evolución tan rápida. En esta línea, es pertinente recordar el manifiesto sobre el objetivo de las compañías que el 19 de agosto de 2019 hizo el denominado Business Roundtable (integrado por los líderes de las 181 empresas más importantes de Estados Unidos), en el que se reconoce que todos los stakeholders (partes interesadas) son esenciales, y se comprometen a entregar valor a todos ellos. También se comprometen a cinco puntos concretos:

• Entregar servicios o bienes de valor a sus clientes.

• Invertir en sus empleados y compensarlos de forma justa.

• Negociar de forma justa y ética con los proveedores.

• Apoyar a las comunidades en las que están asentadas las empresas.

• Generar rentabilidad de largo plazo para los accionistas.

Por tanto, se trata de crear valor, pero no solo para los accionistas. De hecho, muchas organizaciones tienen hoy como gran objetivo maximizar el valor que generan para el conjunto de sus partes interesadas, que incluyen, esencialmente, a los accionistas, a los trabajadores, y también a clientes, proveedores, Administración Pública, sociedad y medio ambiente. De esta forma, se ha ampliado el contenido del valor, que ya no es solo el valor económico para el accionista (como puede ser el dividendo pagado), sino que también se incluye el valor económico para otras partes interesadas y el valor social y medioambiental (ver el cuadro 1).

 

Cómo medir el valor económico, social y medioambiental que genera una organización

 

 

El valor económico incluye la riqueza generada para los accionistas.

El valor social incluye los impactos relacionados con los trabajadores (condiciones laborales, accidentes…) y con la comunidad.

El valor medioambiental incluye los impactos que la empresa produce en el medio ambiente (emisiones, consumo de energía, desperdicios, inversiones medioambientales…).

Entre estos tres tipos de valor hay algunas zonas de confluencia. Por ejemplo, entre el valor económico y el valor social está la riqueza generada para otras partes interesadas, como los trabajadores, proveedores, clientes o la Administración Pública. O entre el valor económico y el valor medioambiental, también podemos considerar las inversiones medioambientales que hace la compañía. Y si consideramos los tres tipos de valor, tenemos el valor integrado, que combina elementos de valor económico con otros aspectos de valor social y valor medioambiental.

 

1. Valor Económico

La medición del valor económico es tan antigua como la contabilidad. De hecho, hay evidencias de que en la antigua Mesopotamia, hace más de cuatro mil años, ya se registraban en tablas de arcilla los beneficios de las cosechas y se utilizaban para el cálculo de los tributos. Y muchos siglos después, en 1494, el fraile italiano Luca Pacioli, íntimo amigo de Leonardo da Vinci, inventó la partida doble, que aún se usa hoy en día, y que permite obtener la cuenta de resultados de la empresa, en la que se informa del resultado generado.

El beneficio neto (o el dividendo pagado a los accionistas) es la forma más común de calcular el valor económico que genera una empresa. También se utiliza el aumento del precio de las acciones, ya que el accionista puede rentabilizar su inversión a través del dividendo y de la plusvalía generada cuando aumenta el valor de las acciones.

Más recientemente han aparecido otras formas de medir el valor económico (ver el cuadro 2):

 

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EVA (valor económico añadido). Este indicador parte de la base de que el beneficio neto no considera un coste que todas las empresas tienen y que no se incluye en la cuenta de resultados: el coste financiero que supone la aportación de los accionistas. Inclusive en el caso de que una empresa no pague dividendos, el capital aportado por los accionistas tiene un coste que puede determinarse a partir del coste de oportunidad. Este coste es lo que los accionistas dejan de ganar por no invertir en otras alternativas de inversión. El EVA, que se popularizó en Estados Unidos a partir de los años 90, se calcula con el ebitda (beneficio antes de intereses, impuestos sobre beneficios y amortizaciones), y se restan las amortizaciones, los impuestos y el coste financiero total de la empresa (que incluye el coste de la deuda y el coste de los accionistas). Este coste financiero total se calcula multiplicando el activo total por el coste medio ponderado de toda la financiación que utiliza la empresa, incluyendo el coste de oportunidad de los accionistas.

Resultado global. Este resultado, denominado comprehensive income en inglés, es la suma del resultado que se obtiene en la cuenta de resultados y los ingresos y gastos que se imputan directamente en el patrimonio neto, como son las plusvalías de los inmuebles de una empresa cuando el precio de mercado está por encima del precio de adquisición. El resultado global se incluye en el estado de cambios en el patrimonio neto, documento que todas las empresas deben preparar, de acuerdo con la normativa contable.

Flujo de caja libre. Mide el efectivo que genera una empresa, descontando las reinversiones en activo no corriente y en circulante. Se calcula a partir del ebitda, y restando las inversiones en activo no corriente y circulante y los impuestos sobre beneficios. El flujo de caja libre, como tiene en cuenta todas las inversiones que hace la empresa, a lo largo de los años debería ser muy similar al total de dividendos que paga la empresa a los accionistas. El flujo de caja libre se utiliza, sobre todo, cuando se valora una empresa en base a la capacidad de generar riqueza en el futuro.

En el cuadro 2 se acompaña un ejemplo de una compañía que en el último ejercicio ha obtenido un beneficio neto de siete millones de euros, un EVA de cinco millones de euros, un flujo de caja libre de cuatro millones de euros y un resultado global de nueve millones de euros. Dadas estas cifras, podríamos pensar que se trata de una compañía que genera valor económico para sus accionistas, desde las diferentes perspectivas consideradas.

De todas las medidas expuestas, las más utilizadas para medir el valor económico generado por una empresa son el beneficio neto (o el dividendo pagado) y la variación en el valor de las acciones.

Además, hay otras formas de medir el impacto económico que también tienen en cuenta elementos del valor social:

Pagos a otras partes interesadas. En este caso, se consideran los pagos que la compañía hace a otras partes, como son salarios a trabajadores, compras a proveedores, intereses pagados a bancos, impuestos pagados al gobierno…

Impacto en la economía. La actividad de una empresa impacta también en el conjunto de la economía, y se puede medir con las tablas input-output, que informan de los consumos que cada sector hace de otros sectores de la economía. Por ejemplo, un supermercado compra productos a empresas agroalimentarias, pide préstamos a bancos, consume energía de la empresa de electricidad, etc. Con este método podemos calcular:

  • Efectos directos: son las compras que hace la empresa tanto en su sector de actividad como en otros sectores. Por ejemplo, un efecto directo son las compras de materias primas a sus proveedores.
  • Efectos indirectos: dado que los empleados de la empresa reciben salarios, se trata de calcular las compras que hacen los empleados de la empresa en otros sectores.
  • Efectos inducidos: se producen a consecuencia del efecto dominó que hay cuando una empresa hace compras a sus proveedores, puesto que estos, a su vez, hacen compras a otras empresas. Y estas, sucesivamente, hacen compras a otras empresas a lo largo de toda la cadena de valor.

 

De esta forma, se puede calcular el impacto económico total de una compañía en un territorio. En el cuadro 3, se acompaña el ejemplo del valor económico de Puertos de Andalucía. En este caso, el valor económico del año ascendió a 5.695 millones de euros, que es la suma de todos los impactos en los diferentes sectores de la economía. Este es un importe muy superior a los ingresos y beneficios generados por Puertos de Andalucía en el año estudiado.

 

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2. Valor Social

Como ya se ha indicado, está creciendo día a día la conciencia social y medioambiental de las empresas, y, además, los consumidores tienen más interés en las consecuencias de lo que hacen las compañías. Por ello, además de generar valor económico, se pide también que las empresas informen de sus impactos en la sociedad y en la sostenibilidad del planeta. 

Esto nos lleva al concepto de externalidad, que es el coste o beneficio derivado de una transacción o actividad, que afecta a individuos ajenos a esta transacción o actividad. Por ejemplo, si una fábrica contamina, es una externalidad negativa. En cambio, si contribuye a la limpieza de un río, es una externalidad positiva.

Seguidamente, se describen las principales metodologías relacionadas con el valor social.

SROI (retorno social de la inversión). El SROI (social return on investment) mide la rentabilidad de las inversiones que una organización hace en temas sociales. Se calcula dividiendo los resultados generados por la inversión efectuada. Por ejemplo, JVS Boston es una entidad sin ánimo de lucro que actúa en Boston con programas para mejorar la empleabilidad de la población. En 2020, por ejemplo, ayudó a 21.000 personas. Hace unos años utilizó el SROI para evaluar su impacto social, y comprobó que, por cada dólar invertido, conseguía mejorar los salarios de sus usuarios en veinte dólares. Por tanto, el SROI, en este caso, es de veinte.

Es frecuente también que el valor social se cuantifique conjuntamente con el valor medioambiental, ya que tienen muchos elementos en común. En esta línea, podemos destacar iniciativas como las siguientes:

Balance social. Esta metodología surgió en los años sesenta en Francia, y se sigue utilizando hoy en día con diversos tipos de formatos. En el cuadro 4 se acompaña un ejemplo de las partes principales que suele tener el balance social, en el que hay elementos de tipo social y también medioambiental.

 

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B Impact Assessment. Creada en 2006 por la organización sin ánimo de lucro B Lab, se trata de una plataforma gratuita que permite medir el impacto social y medioambiental en base a un cuestionario sobre cuatro aspectos: gobernanza, trabajadores, comunidad y medio ambiente. Si se obtienen 80 o más puntos sobre el total de 200, se puede conseguir el certificado B Corp. Actualmente, más de cuarenta mil empresas en todo el mundo utilizan esta herramienta de evaluación. Actualmente hay 3.500 empresas de 70 países que tienen el certificado B Corp. Esta herramienta, aunque no cuantifica monetariamente los diferentes impactos, sí permite comparar con organizaciones del mismo sector e identificar áreas de mejora. En el cuadro 5 se acompaña el ejemplo sintetizado de la empresa californiana Patagonia. En este caso, se comprueba que Patagonia obtiene un mayor impacto en todas las categorías sociales y medioambientales, excepto en la de comunidad. Una de las ventajas de este tipo de medición es que permite hacer rankings de empresas por sectores o países, en base a la puntuación obtenida.

 

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Memoria de sostenibilidad. Esta memoria es incluida por muchas empresas en su informe anual, aportando datos sobre las políticas y resultados en materia medioambiental, tales como emisiones de CO2, gestión de residuos, consumo energético… De acuerdo con un estudio internacional de KPMG, en 2019, el 75% de las grandes compañías a nivel mundial incluían memorias de sostenibilidad en su informe anual. La metodología más usada es la del GRI (global reporting initiative), que divide toda la información suministrada en varios apartados, como los siguientes:

• Salarios por sexo y por niveles salariales.

• Rotación de los empleados.

• Reclamaciones de empleados.

• Compras a proveedores locales.

• Uso de materiales reciclados.

• Consumo energético.

• Consumo de agua.

• Emisiones de CO2.

• Residuos generados.

• Accidentes laborales.

• Inversión en formación.

• Reclamaciones sobre temas relacionados con los derechos humanos.

• Políticas relacionadas con la lucha contra la corrupción.

• Encuestas de satisfacción de los clientes.

• Multas por infracción de normativas.

Además del GRI, también tienen seguimiento otras metodologías, como el integrated reporting (informe integrado propuesto por el International Integrated Reporting Council), o las que proponen el Climate Disclosure Standards Board y el Sustainability Accounting Standards Board. Dada la gran variedad de metodologías existentes, todos los organismos mencionados iniciaron en 2020 un proyecto para unificar sus metodologías y llegar a una propuesta única de cómo elaborar este tipo de informes.

Método de sustitución. Este método calcula los costes sociales y medio-ambientales que se producen en una compañía y los compara con los que habría si no existiese esta organización. Por ejemplo, en una empresa pública de transportes, se calculan los costes de congestión de tráfico, tiempos de desplazamientos, accidentes, consumo de energía, ruido, contaminación atmosférica, etc., en el supuesto de que la empresa exista y en el caso de que no. El valor social y medioambiental es la diferencia entre ambos costes. Este método se ha utilizado, por ejemplo, en el metro de Londres, en el de Madrid y en otras ciudades. En la mayoría de los casos, el valor social y medioambiental (ahorro generado a la sociedad en temas sociales y medioambientales) es importante, y suele superar el importe de los ingresos económicos (ventas).

 

3. Valor Medioambiental

Aunque, en muchos casos, los temas medioambientales se tratan conjuntamente con los sociales, también hay organizaciones que incluyen en su memoria anual datos sobre sus impactos en temas medioambientales (emisiones de CO2, energía consumida, desperdicios y otros aspectos de naturaleza medioambiental).

Cuenta de resultados medioambiental. A partir de los años noventa, muchas compañías activas en temas medioambientales empezaron a calcular este estado contable. Se trata de una cuenta de resultados en la que se informa de los gastos medioambientales y los ingresos medioambientales, calculando así el resultado medioambiental. En el cuadro 6 se acompaña el ejemplo de la empresa japonesa Ricoh. Si combinamos los elementos medioambientales con los económicos, tenemos un tema de creciente interés: la inversión financiera verde. Este tipo de inversión consiste en invertir en fondos, u otras alternativas financieras similares, de empresas que cumplen determinados estándares medioambientales y sociales. Este tipo de inversiones no solo tienen en cuenta los criterios de riesgo y rentabilidad, sino que también consideran elementos de medio ambiente, sociedad y gobernanza en los procesos de análisis y toma de decisiones de inversiones. Una muestra del interés de esta alternativa de inversión es que, en 2020, estos fondos aumentaron su volumen en un 30% a nivel internacional (de acuerdo con datos de la UPF-BSM). E inclusive han aparecido índices bursátiles que miden la rentabilidad de las empresas con buenas prácticas medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG: environmental, social and governance), como el Índice FTSE4Good.

 

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Integración del Valor Económico, Social y Medioambiental

Si estamos interesados en medir simultáneamente los tres tipos de valor (económico, social y medioambiental), podemos usar varios modelos. En algunos casos, se combinan datos de tipo monetario con otros más cualitativos, pero también existen modelos que lo monetizan todo.

Análisis coste-beneficio. Esta técnica se aplica, sobre todo, para evaluar proyectos en temas de salud, infraestructuras o similares. Consiste en comparar todos los costes que genera un proyecto con sus beneficios, considerando todos los elementos económicos, sociales y medioambientales. El cuadro 7 recoge un ejemplo de análisis coste-beneficio de un programa de prevención de salud en una empresa agroalimentaria. En este caso, por cada euro gastado en el programa, la empresa obtiene unos ingresos de 1,89 euros.

 

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'Triple bottom line' (cuenta del triple resultado). A partir de los años noventa, se popularizó el concepto de triple bottom line (cuenta del triple resultado), que es un marco de información que va más allá de los parámetros financieros tradicionales, incluyendo dimensiones ambientales y sociales. No hay un método estándar universal para calcular estas cuentas, pero el más común es el que combina datos financieros con indicadores cualitativos como el que se acompaña de Samsung (ver el cuadro 8).

 

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Valor real. En 2014, KPMG propuso un método denominado valor real, que permite obtener una cuantificación monetaria del valor económico, social y medioambiental de una organización. En este caso, se considera el beneficio neto de la cuenta de resultados, y se añaden las contribuciones que la empresa paga a la sociedad (como los impuestos, por ejemplo), las contribuciones a los trabajadores (pagos a mutuas de salud, inversión en formación) y los desembolsos para mejorar los temas medioambientales. Al importe total obtenido se le restan las externalidades negativas, sobre todo, de temas medioambientales (coste del consumo de agua o de energía…).

Valor social integrado. El valor social integrado es un método propuesto por José Luis Retolaza y Leire San José. Consiste en calcular el valor económico social (son los pagos efectuados a trabajadores y proveedores); los pagos que una organización hace a las Administraciones Públicas (impuestos y contribuciones sociales); y el valor social específico (es la monetización de todos los impactos que la organización hace a la totalidad de las partes interesadas). Para calcular el valor social específico, se identifican las partes interesadas (clientes, sociedad, medio ambiente…) y los impactos que la organización hace a cada parte interesada, y, a continuación, con la ayuda de expertos, se asignan valores monetarios a cada uno de los impactos. Por ejemplo, si se calculara el valor social integrado de un hotel, las partes interesadas serían los trabajadores, clientes, turoperadores, proveedores, Administración Pública, accionistas, bancos, otras entidades sociales y la sociedad. En el cuadro 9, se acompaña el ejemplo de cálculo del valor social integrado de la UPF-BSM, que ascendió a 39,5 millones de euros. Esta cifra representa el doble de los ingresos totales que tuvo la escuela en 2019, que ascendieron a 19 millones de euros.

 

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En el cuadro 10, se pueden visualizar todos los métodos descritos para cuantificar el valor económico, social y medioambiental de una organización.

 

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Conclusiones

En este artículo hemos definido el concepto de valor que genera una organización, hemos analizado los principales tipos de valor que genera una organización y hemos descrito diversas metodologías para su medición. En algunos casos, se trata de métodos que permiten llegar al valor monetario, y en otros casos, la cuantificación se hace a través de indicadores no monetarios.

Hemos partido del valor económico, que tiene una larga tradición, ya que, entre otros motivos, las empresas lo tienen que calcular obligatoriamente, de acuerdo con la legislación mercantil y fiscal. A continuación, hemos expuesto diversas metodologías para medir el valor social y el valor medioambiental, ya que las empresas necesitan conocerlo y gestionarlo, como consecuencia de la creciente concienciación sobre la responsabilidad social. Es muy importante hacer estos cálculos, ya que, lo que no se mide, no se puede mejorar, como dice la frase que encabeza este artículo. Y, además, si queremos mejorar el impacto social y medioambiental de una organización, hemos de tener datos sobre este valor e incidir en los impulsores que lo pueden hacer crecer. Por otro lado, el cálculo del valor que una organización genera permite evaluar la gestión realizada. Esta información puede ayudar a gestionar mejor la dimensión social y medioambiental, y así potenciar ventajas competitivas que no solo se basan en el precio, la tecnología, el plazo de entrega o la calidad, sino también en la responsabilidad social corporativa. De cara al futuro, es previsible que, a nivel internacional, se aprueben regulaciones que favorezcan que haya más homogeneidad en la información que sobre el valor económico, social y medioambiental divulgan las organizaciones.

Oriol Amat

Catedrático y rector de la Universitat Pompeu Fabra ·

Oriol Amat es rector de la Universitat Pompeu Fabra desde mayo de 2021. 

Catedrático de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad Pompeu Fabra desde el 2001, Amat ha estudiado en la Universidad Autónoma de Barcelona (Doctor en Ciencias Económicas y Licenciado en la misma especialidad), en ESADE (Licenciado en Administración y Dirección de Empresas y MBA) y en la Stockholm School of Economics (International Teachers Programme). Ha hecho estancias en distintos centros de referencia, como la Linkoping University (Suecia), Massey University (Nueva Zelanda), Université de Montpellier (Francia) o la Universidad Diego Portales (Chile).

Profesor vinculado a la UPF desde 1992, siempre se ha mostrado interesado por las cuatro dimensiones principales de la vida académica: investigación, transferencia de conocimiento, docencia y gestión.

Sus líneas de investigación incluyen el análisis de los factores de éxito de las organizaciones y los aspectos éticos de las finanzas. Ha dirigido más de una quincena de tesis y es autor de artículos científicos y más de cuarenta libros, entre los cuales Informe anual de la empresa catalana (2020), La Botella medio llena: Aprender de las crisis y de los que lo hacen mejor (2020), Detecting accounting fraud before it’s too late [Detectar fraudes contables antes de que sea demasiado tarde] (2019), Renta Básica Universal: Análisis de una propuesta disruptiva (2019), Valoración y compraventa de empresas (2018). Algunos de sus libros han sido traducidos a varios idiomas (francés, inglés, portugués…). También colabora y es miembro del consejo editorial de varias publicaciones científicas internacionales.

En el ámbito de la gestión, ha ejercido distintos cargos. En la UPF, ha sido decano de la UPF Barcelona School of Management (2018-2021), director del Departamento de Economía y Empresa (2003-2005), vicerrector de Economía, Sistemas de Información y Servicios (1997-2001) y, específicamente en el ámbito docente, fue director del Centro para la Calidad e Innovación docente (2006-2011).

Desde los inicios de su trayectoria profesional ha colaborado activamente con instituciones de la sociedad. Es miembro del Foro Académico de Finanzas Sostenibles de España.

Ha sido decano del Colegio de Economistas de Cataluña, miembro del consejo asesor de la Cámara de Comercio de Barcelona y de PIMEC; y miembro del grupo de trabajo Cataluña 2022, que diseñó la estrategia post Covid. Ha sido fundador y presidente de la Asociación Catalana de Contabilidad y Dirección (2014-2018), diputado en el Parlamento de Cataluña (2015-2017), miembro del Consejo Asesor para la Reactivación y el Crecimiento de Cataluña (2011-2015) y consejero de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (2011-2015), entre otros.

 

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Pilar Lloret

Consultora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) ·