El cuidado sistemático de la salud de los empleados, tanto física como mental y emocional, no solo es un factor determinante para la atracción y fidelización de talento, sino que se erige como un catalizador de la productividad y la competitividad empresarial. Este artículo explora la naturaleza de ese nuevo contrato emocional construido sobre el concepto del bienestar, analiza cómo integrarlo en la cultura organizacional y repasa algunas de las últimas tendencias y buenas prácticas en este campo.
El bienestar como estrategia: un nuevo contrato emocional con el talento
FB
Fernando Botella
Business Review (Núm. 360) · Recursos humanos · Noviembre 2025
El trabajo ha sido considerado durante siglos un medio instrumental para la subsistencia. Ni más ni menos. “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, se dice en el texto bíblico del Génesis. Y en ese esfuerzo se daba por sentado que cualquier sacrifico o sufrimiento que pudiera implicar el cumplimiento de los deberes profesionales no solo estaba plenamente justificado, sino que formaba parte de la propia esencia del trabajo.
Bajo esas premisas, el contrato entre empleadores y empleados se limitaba en esencia a establecer el derecho de estos últimos a percibir un salario y, a lo sumo, a contar con unos horarios reglados y unos determinados días de descanso. Pero en esa transacción no había espacio para nada que pudiera hacer pensar ni remotamente en su bienestar. Cuestiones como el riesgo de la integridad física de los trabajadores se consideraban daños colaterales, el precio inevitable de disfrutar de un empleo; mientras que otras, como la salud mental o el equilibrio emocional, o bien no existían o se consideraban extravagancias y signos de debilidad.
Según esa filosofía empresarial, el lamento o la queja no tenían cabida en un taller, una fábrica, un mercado, una oficina, la planta de servicio de una gran casa o, ni mucho menos, en el campo, donde la dureza de las labores agrícolas y ganaderas no dejaba espacio para pensar en nada que no fuera trabajar sin descanso. Si un trabajador caía enfermo era rápidamente sustituido por otro sano. Si un profesional no cumplía con sus tareas porque desfallecía de cansancio, era despedido sin miramientos. Y si una persona se sentía desmotivada, ese era su problema y no, desde luego, el de la empresa.
Aún hoy, en pleno siglo XXI, en determinados entornos laborales se pueden escuchar frases como “al trabajo se viene motivado de casa”, “aquí no estamos para hacer amigos” o “esto no es un parque de atracciones ni una guardería”, ecos de una época oscura y que parecen añorar los tiempos en los que las pirámides de los faraones se levantaban a golpe de látigo.
Las raíces de una nueva concepción del trabajo
Por fortuna, esas trazas del pasado se van superando poco a poco y las empresas comienzan a darse cuenta de que el trabajo no puede ni debe ser un foco de sufrimiento, sino exactamente lo contrario: un lugar seguro y en el que reine la confianza, al que las personas acudan a diario para dar lo mejor de sí mismas con celo y prof...
Fernando Botella
CEO de Think&Action ·


