El potencial, no tan oculto, de las pymes

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El potencial, no tan oculto, de las pymes

 

Todos tenemos una pyme cerca. Por estadística, es fácil que conozcamos a alguien que trabaja en una, si no somos nosotros mismos. En el conjunto de Europa, suponen el 99,8% del total de las empresas y originan el 65,2% de los puestos de trabajo, porcentajes similares a los que tenemos aquí1. Donde sí hay diferencias entre países es en la contribución del conjunto de las pymes al PIB y en el porcentaje que representan las pymes tecnológicas, donde tenemos margen de mejora.

En España solo el 25,8% de las pymes está en sectores intensivos en tecnología, un porcentaje no demasiado elevado. Por poner un ejemplo, en Países Bajos, con un porcentaje de pymes parecido al español, el 52,7% se incluye en este ámbito más tecnológico. Y esta brecha tiene muchas implicaciones, empezando por la diferencia en los puestos de trabajo generados, que acaba traduciéndose en resultados económicos.

Las pymes son parte fundamental de la estructura económica, aportando diversidad, flexibilidad e innovación. Continuamente demuestran su resiliencia (basta con repasar acontecimientos recientes como la pandemia, los problemas de suministros, la subida de precios de la energía, los aranceles, etc.) y capacidad de buscar nuevas soluciones, al estar muy cerca de los clientes y poder adaptarse a nuevas necesidades de manera rápida. Como dice el fundador de Visa, Dee Hock, “las formas nuevas de mirar las cosas generan más innovación que las formas nuevas de hacerlas”. Y las pymes son especialistas en mirar “diferente”.

 

Capaces de transformar el entorno

Con todo, las pymes son las impulsoras de las economías locales, definiendo el escenario laboral y social. Ese es su poder: la capacidad de transformar el entorno.

Recientemente mi amiga Nathalia, vinculada al mundo de las finanzas, se ha encontrado con la oportunidad de comprar una pequeña empresa con la que ha ido colaborando a lo largo de los años de manera puntual. Se trata de una micropyme, de las que tienen menos de diez trabajadores y una facturación que no supera los dos millones de euros. En realidad, es la tipología más común en España, ya que suponen aproximadamente el 95% del total de pymes. La idea le entusiasmó, así que está analizando los números, la operativa, el sector… Datos. Pero su gran inquietud es pensar que, para tomar la decisión, el mayor riesgo no está en la parte financiera, sino en la emocional: las personas que forman la empresa. La parte que no se puede medir ni planificar.

Una pyme es un ecosistema en sí mismo: un conjunto de personas organizadas de una determinada manera alrededor de un propósito, generando suficientes beneficios. Pero empresas con recursos similares pueden tener resultados diferentes, y una de las razones es por sus ecosistemas. ¿Qué puede ir mal en un ecosistema? Las conexiones, la estructura interna. Uno de los motivos por el cual dejan de funcionar las dinámicas internas es algo de lo que se está empezando a hablar más últimamente, como es la (sobre)carga mental o emocional de los equipos. El año pasado, el 51% de las bajas laborales ya fueron por temas relacionados con la salud mental2.

Tengo otra amiga, Stephanie, que fundó su propia empresa hace ya varios años. Siempre la he visto obsesionada con dos ideas: ejercer bien su rol de líder y saber interpretar el entorno, los cambios que vienen. Pero para ella la clave ha sido aprender a delegar y transmitir al equipo la cultura del aprendizaje constante. Pone como ejemplo cómo a lo largo de los años de vida de la compañía, la ventaja competitiva que suponían tener ha ido cambiando, cómo han llegado a ser cuarenta personas y a redibujar varias veces su porfolio de productos. En definitiva, su idea de gestión va de ayudar a las personas a crecer, también ella, para conseguir avanzar en conjunto.

Cada pyme es un ecosistema que debe estar bien estructurado y orientado al cambio. Las “amenazas” van cambiando y algunas, además, no se ven venir. Avanzar requiere cambios y, para conseguirlo, se necesita contar con el poder de las personas, como individuos y como grupo.

A Juan le conocí hace varios años, cuando le contrataron para dirigir una pequeña empresa tecnológica que había conseguido superar los primeros años de vida y contaba con productos bien definidos. Debía liderar una nueva etapa de crecimiento, para lo cual tenía que conseguir financiación y hacer crecer un equipo que necesitaba profesionalizarse. Pero se encontró con que, a pesar de tener un buen producto, era difícil diferenciarse de una competencia muy similar. Esto dificultaba el acceso a financiación, así que Juan decidió que la estrategia era contratar personas con talento diferencial. Una vez conseguido este talento, los inversores llegaron. Como dice Juan, “las personas de más talento quieren estar donde las cuidan más”. Así que, según reconoce, poniendo el foco en “hacer que las cosas pasaran”, cuidando y conectando a los diferentes perfiles, consiguió un crecimiento notable.

 

Con menos recursos, pero más rápidas

Las pymes cuentan con menos recursos que las grandes, pero tienen la capacidad de mover más rápido su ecosistema. Y más facilidad para conocerlo y cuidarlo. Este es el poder de cada pyme: las personas, con su capacidad de transformar las empresas.

En nuestro entorno, la tecnología ya está permitiendo la automatización de tareas relacionadas con el procesamiento de la información, lo cual representa una gran ventaja en términos de productividad y, a la vez, es una gran oportunidad para hacer brillar las habilidades personales y sociales, que pueden marcar la diferencia.

En estos tres ejemplos, como en otros muchos, la clave está en la mirada al equipo. Todos queremos estar en empresas donde nos sintamos bien, ahí es donde aportamos más. En cualquier posición. Y desde fuera, como clientes, también se nota en qué empresas se trabaja bien y se está bien. A la hora de dirigir, ese conseguir “estar bien” debe ir acompañado de inversión en tecnología y de una gestión eficiente, es evidente. Pero, en el momento actual, es imprescindible revalorizar el poder de la parte emocional de la pyme, sabiendo que puede aportar un valor añadido significativo y, por tanto, multiplicar el retorno económico y social.

Como afirma Simon Sinek, profesor de Comunicación Estratégica en la Universidad de Columbia, “si no entiendes a las personas, no entiendes los negocios”. Ni a las pymes.

 

Referencias
1. Katsinis, A., Lagüera-González, J., Di Bella, L., Odenthal, L., Hell, M. y Lozar, B. (2024). Annual Report on European SMEs 2023/2024. Comisión Europea.
2. Asociación Española de Directores de Recursos Humanos (2024). Estudio sobre el absentismo laboral y medidas para reducirlo.

 

El potencial, no tan oculto, de las pymes

Begoña Perdiguero Ginabreda

Líder del equipo de Emprendimiento Tecnológico en ACCIÓ ·