La generación X en la escena digital: el arte de construir una marca personal

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La generación X en la escena digital: el arte de construir una marca personal La generación X en la escena digital: el arte de construir una marca personal

En la era digital, no basta con ser buen líder: hay que parecerlo. Para los ejecutivos de la generación X, construir una marca personal sólida y estratégica en redes como LinkedIn se ha vuelto un imperativo profesional. ¿Cómo gestiona su visibilidad online esta generación, formada antes del auge digital? Hay que tener en cuenta que cada palabra, publicación u omisión –como en toda puesta en escena– forma parte del guion.

Durante años, los ejecutivos de la generación X han liderado desde el conocimiento profundo, la experiencia en el terreno y la solvencia profesional. Hoy están al frente de organizaciones complejas, toman decisiones clave y ocupan posiciones de alto liderazgo, habiéndose adaptado a múltiples transformaciones. Son la generación puente entre lo analógico y lo digital, entre la autoridad tradicional y el liderazgo colaborativo. Sin embargo, se enfrentan a un nuevo tipo de desafío: hoy el liderazgo no solo se ejerce, también se comunica.

La reputación profesional ya no se construye exclusivamente dentro de la empresa ni entre pares. En la actualidad, se expande –y se valida– también en espacios digitales. Plataformas como LinkedIn se han convertido en escaparates del liderazgo: no solo muestran qué haces, sino cómo piensas, qué te inspira, qué causas apoyas y cómo te conectas con tu entorno. En este escenario, la coherencia entre lo que se dice y lo que se representa públicamente se ha vuelto tan relevante como los logros mismos.

A diferencia de otras redes sociales, LinkedIn combina visibilidad, autoridad y contexto profesional, lo cual permite a los líderes posicionarse como referentes sin necesidad de sobreexponerse. Publicar un artículo, comentar una tendencia o compartir una experiencia puede convertirse en una oportunidad de influencia, conexión y legitimación. Además, el algoritmo premia la constancia y la interacción auténtica, lo que hace de esta plataforma un espacio estratégico para quienes saben proyectar su voz con claridad y propósito.

En este sentido, LinkedIn ya no es solo un medio para buscar trabajo, sino una herramienta clave para construir reputación, abrir conversaciones de valor y fortalecer el posicionamiento profesional a largo plazo.

Mientras que las generaciones más jóvenes, como los millennials o la generación Z, se desenvuelven con naturalidad en el espacio digital, la generación X ha tenido que incorporar nuevos códigos. Para muchos líderes jóvenes, compartir logros, reflexiones o aprendizajes forma parte de su lenguaje profesional cotidiano. Crecieron expuestos a lo digital, y entienden la visibilidad como una herramienta de posicionamiento casi instintiva. No temen mostrarse, experimentar o generar conversación en la Red. Incluso los errores o vulnerabilidades compartidas son vistos por estas generaciones como signos de autenticidad y conexión.

En cambio, la generación X fue educada en contextos donde la discreción era sinónimo de profesionalismo y donde “hacerse notar” podía interpretarse como vanidad. Por eso, para muchos de estos líderes, entrar al espacio digital no es simplemente abrir una cuenta: es redefinir el modo en que se relacionan con su identidad profesional. No se trata solo de entender cómo funciona una red social; se trata de asumir que esa presencia también moldea la percepción de su liderazgo. En este escenario, la ausencia comunica tanto como la presencia, y el silencio puede interpretarse como desactualización, desconexión o falta de influencia. Estar fuera de escena implica, muchas veces, quedar fuera de juego.

Este tránsito no es fácil, sino que implica una tensión constante: mostrarse sin parecer arrogante, compartir sin sobreexponerse, participar sin perder autenticidad. En culturas colectivistas como la latinoamericana, donde la modestia y el bajo perfil siguen siendo valores apreciados, muchos ejecutivos dudan antes de publicar. Les preocupa parecer egocéntricos o poco elegantes. Sin embargo, en un entorno cada vez más competitivo y saturado de mensajes, no comunicar el propio valor puede traducirse en una pérdida de influencia, oportunidades y visibilidad. La clave está en comprender que proyectar presencia con intención no es vanidad, sino una forma de liderazgo.

Lo cierto es que la marca personal no es un accesorio, es parte del nuevo liderazgo. No reemplaza la trayectoria, pero sí la amplifica. No sustituye la competencia, pero la hace visible. Los líderes que lo comprenden no necesitan forzar una presencia constante; necesitan construir una narrativa coherente que refleje quiénes son, qué defienden y qué impacto buscan generar… Una narrativa que inspire confianza, que sea reconocible por otros y que contribuya activamente a su posicionamiento como referentes.

 

Del telón hacia afuera: lo que se ve y lo que se decide mostrar

En su libro La presentación de la persona en la vida cotidiana, el sociólogo Erving Goffman introdujo una poderosa metáfora teatral para explicar cómo las personas gestionan su imagen ante los demás1. Según él, todos actuamos en escenarios sociales, alternando entre un espacio privado –donde ensayamos, reflexionamos o decidimos qué mostrar– y un escenario público, donde interactuamos con una audiencia.

Aunque esta teoría nació en la sociología, cobra hoy una renovada vigencia en el mundo digital. Los ejecutivos, al gestionar su visibilidad en redes profesionales, también están construyendo una narrativa donde nada es completamente espontáneo, pero tampoco debe ser artificial.

Cada publicación, cada omisión, cada palabra o imagen proyectada en espacios como LinkedIn es el resultado de decisiones previas, creencias personales, emociones y miedos invisibles al ojo externo. Hoy, mostrar o no mostrar es una decisión estratégica.

Esta tensión entre lo visible y lo interno –entre el contenido y la intención– es especialmente profunda en los líderes de la Generación X, quienes muchas veces afrontan dudas, resistencias o creencias culturales arraigadas al decidir cómo aparecer en el entorno digital.

Lo que vemos de un líder en redes no siempre refleja todo lo que ocurre detrás del escenario. Detrás de una presencia sólida puede haber dudas, convicciones profundas, miedos invisibles o silencios estratégicos. No todo lo que se piensa se publica, y no todo lo que se publica representa el todo.

En muchos casos, la visibilidad digital es el resultado de una arquitectura silenciosa, donde cada aparición es una decisión que equilibra propósito, prudencia y posicionamiento. En este sentido, liderar en la era digital no implica simplemente estar presente, sino construir esa presencia desde una identidad consciente y con sentido del impacto que puede generar.

 

Entre bastidores: el espacio privado donde se gesta la marca personal

Antes de cada publicación, de cada aparición digital o de cada palabra dicha en público, existe un espacio privado donde se toman decisiones clave. Este territorio de reflexión está cargado de preguntas, dudas, motivaciones y frenos sutiles que rara vez se ven, pero que condicionan profundamente la forma en que los líderes se presentan al mundo. No es un espacio improvisado ni secundario; es el verdadero centro de gravedad de una marca personal auténtica. Y es allí donde muchos ejecutivos de la generación X experimentan fuerzas clave que influyen en su comportamiento online:

 

Tensiones identitarias y condicionamientos culturales

¿Estoy siendo auténtico? ¿Es el momento adecuado para hablar? ¿Vale la pena exponerse en este tema? ¿Qué pensarán mis colegas, mi entorno o mis pares si comparto este logro, esta reflexión o este aprendizaje? En culturas colectivistas como la latinoamericana, donde la modestia sigue siendo una virtud tácita, muchos líderes afrontan un dilema silencioso entre hacerse visibles o preservar un perfil bajo que tradicionalmente ha sido sinónimo de profesionalismo.

Además, este proceso interno no está exento de sesgos invisibles. Las dudas que experimentan muchos líderes –especialmente mujeres– no siempre son reflejo de inseguridad personal, sino de una estructura cultural que penaliza de manera distinta la exposición según el género, la edad o el estilo comunicacional. Muchos ejecutivos no se autocensuran por falta de contenido, sino por temor al juicio, al “qué dirán”, o por una interpretación errónea del equilibrio entre humildad y visibilidad.

También existe la creencia de que solo se gana influencia imitando fórmulas exitosas, cuando en realidad lo que verdaderamente diferencia a un líder es la capacidad de comunicar su valor único. Cuando un ejecutivo logra mostrarse como alguien que suma, inspira y genera confianza, su marca se fortalece de forma natural. No se trata de impresionar, sino de resonar.

En este proceso, la autenticidad no significa improvisación, sino claridad: saber quién eres, qué ofreces y por qué eso importa. Los profesionales que entienden esto no necesitan gritar para ser escuchados. Solo deben ser ellos mismos, con estrategia y propósito.

 

Resignificación de la trayectoria

La marca personal no se reduce a una estrategia de exposición, sino que conecta con la narrativa vital de cada ejecutivo: ¿qué historia quiero contar con mi presencia digital?, ¿cómo quiero ser recordado?, ¿qué valores deseo proyectar más allá del cargo o el título? Para algunos, esa visibilidad representa una vía de posicionamiento; para otros, una oportunidad de generar influencia positiva, de abrir puertas a nuevas conversaciones o de inspirar desde la experiencia.

Este acto de resignificación no se produce de forma automática, sino que demanda una revisión profunda del propio recorrido. Muchos líderes, al verse frente al espejo digital, redescubren aspectos olvidados de su historia profesional, reconectan con sus motivaciones originales o incluso reformulan la manera en que quieren ser percibidos. Así, comunicar no es solo informar: es reinterpretar con intención el camino recorrido.

Hay quienes aún perciben el concepto de marca personal como algo artificial o ajeno. Les incomoda la idea de “venderse” o mostrarse públicamente. Esta resistencia suele estar vinculada a una visión limitada del término, como si se tratara de autopromoción vacía. Pero una marca personal sólida no se construye desde el ego, sino desde el propósito.

En el fondo, influenciar no tiene que ver con hablar más, sino con ser más auténtico. Los líderes que lo comprenden no necesitan forzar su presencia: simplemente, impactan.

 

Propósito

Se trata de ese motor profundo que da coherencia, energía y dirección a lo que se dice (y también a lo que se decide callar). Cuando ese propósito está claro, comunicar no se siente como una obligación ni como un acto de vanidad. Se convierte, más bien, en una expresión genuina del liderazgo, alineada con la historia que cada profesional desea proyectar y con la huella que quiere dejar.

Desde ahí nace una marca personal sólida: no desde lo que se publica, sino desde la claridad de lo que se quiere construir. Esa claridad –que no siempre es inmediata ni sencilla– permite que cada publicación, cada comentario o cada participación digital tenga sentido, dirección y autenticidad. En este detrás de cámara simbólico, los líderes reflexionan, ajustan, dudan, se afirman y luego deciden salir a escena, no para ser aplaudidos, sino para ser comprendidos y recordados.

Los líderes que logran una comunicación digital coherente tienen claro para qué están presentes en redes: no se trata solo de mostrarse, sino de conectar, inspirar y compartir conocimiento. Para ellos, la visibilidad tiene dirección; no es una vitrina de logros, sino una plataforma de impacto.

 

En escena: el arte de mostrarse con liderazgo y autenticidad estratégica

Desde ese espacio detrás de la cámara, cargado de tensiones, dudas y reflexiones internas, los ejecutivos de la generación X afrontan una nueva escena: el escenario digital. La presencia en redes como LinkedIn no es un acto improvisado, sino una puesta en escena estratégica que requiere intención, coherencia y autenticidad.

Aquí, la visibilidad se convierte en una herramienta de liderazgo que debe conectar, inspirar y dejar huella sin caer en el ruido. No se trata de “venderse”, sino de comunicar valor de manera genuina, evitando la sobreactuación o el silencio absoluto. En este nuevo teatro profesional, menos no siempre es más, y más no siempre significa impacto. Y emergen tres dimensiones que configuran la gestión consciente (o inconsciente) de la marca personal:

 

1. Comunicar valor con presencia ejecutiva

En el entorno digital, el acto de comunicar se ha vuelto una parte inseparable del ejercicio de liderazgo. Mostrar logros, compartir aprendizajes o participar en conversaciones relevantes ya no se considera vanidad, sino un reflejo de liderazgo activo. La clave está en la intención: no se trata solo de hablar de uno mismo, sino de compartir desde el valor, con conciencia del impacto que se genera.

Muchos ejecutivos han aprendido a expresarse con equilibrio: comparten sus ideas, logros o reflexiones no como un acto de protagonismo, sino como una forma de generar diálogo, inspiración y posicionamiento con propósito.

Este tipo de comunicación no solo fortalece la marca personal, sino que también proyecta presencia ejecutiva: una combinación de credibilidad, claridad y autenticidad que refuerza la influencia del líder en entornos profesionales. Esa narrativa visible, bien construida, no solo proyecta liderazgo, sino que también abre nuevas puertas profesionales.

 

2. Lo que otros ven… y juzgan

Una vez que un ejecutivo decide mostrarse en el entorno digital, ya no tiene el control absoluto de su narrativa. En ese momento, entra en juego un factor determinante: cómo es percibido por los demás.

Toda exposición genera una percepción, que puede sumar o restar. Una publicación bien recibida puede reforzar la imagen de un ejecutivo como referente confiable; una exposición forzada o excesiva puede, por el contrario, generar distancia o escepticismo. Y una presencia casi nula puede dar lugar a interpretaciones como desinterés, falta de liderazgo o desconexión con el entorno actual.

La gestión de la imagen digital no consiste en complacer, sino en ser coherente con los valores propios. En ese sentido, cada publicación, cada comentario y cada aparición pública son pequeños actos de posicionamiento. Los líderes más conscientes son aquellos que entienden que su marca personal no se construye solo desde lo que dicen, sino sobre todo desde cómo eso es interpretado por los demás.

 

3. Estar presentes… y ser relevantes

Una buena marca personal no solo abre puertas, sino que también permite permanecer en espacios estratégicos. Muchos ejecutivos han comprendido que no basta con tener un perfil pulido o ser visibles en LinkedIn: el verdadero reto está en ser relevantes, consistentes y competentes.

En este escenario competitivo, muchos líderes entienden que su visibilidad debe estar al servicio de su trayectoria. Por eso, no se trata solo de estar, sino de construir confianza, inspirar con autenticidad y demostrar liderazgo en acción. En otras palabras: no basta con mostrarse, hay que conectar.

La marca personal puede situarte en la mesa correcta, pero solo tu capacidad profesional y tu coherencia en el tiempo te permitirán quedarte allí. Por eso, el posicionamiento laboral va más allá del marketing personal: implica generar confianza, construir credibilidad y estar en el radar de quienes toman decisiones.

Hoy, los líderes más influyentes no solo se muestran, se demuestran: con contenido de valor, con alianzas auténticas y con una narrativa profesional que deja huella.

 

Tres claves de la estrategia de marca personal

A lo largo del recorrido entre lo íntimo y lo visible, hay tres factores que atraviesan toda estrategia de marca personal:

 

Diferenciarse con autenticidad

En un entorno saturado de contenido y liderazgos homogéneos, la marca personal permite destacar no por volumen, sino por autenticidad. La diferenciación no radica en exagerar, sino en encontrar ese punto de intersección entre el valor profesional y la esencia personal. Los líderes que logran dejar huella son aquellos que, sin forzar un personaje, comunican desde la autenticidad aquello que los vuelve únicos: su historia, su mirada, su propuesta. Esta diferenciación no se construye de un día para otro, pero comienza cuando el ejecutivo se atreve a mostrarse con intención y propósito.

 

Reputación: el activo que nunca duerme

La reputación digital se construye con cada publicación, pero también con cada omisión. Lo que no se comunica también dice algo. En tiempos de exposición permanente, la ausencia digital prolongada puede interpretarse de forma negativa. En cambio, una presencia coherente, profesional y humana fortalece ese intangible valioso que es la confianza. La reputación no se impone, se cultiva con consistencia, contenido valioso y una narrativa que inspire más allá del cargo que se ostenta.

 

Redes que conectan y posicionan

El networking ya no es solo una práctica de eventos presenciales o cafés estratégicos. En la era digital, cada comentario, interacción o colaboración es una oportunidad para construir comunidad y ampliar impacto. Las redes no solo visibilizan, también validan. Un profesional que interactúa con autenticidad, recomienda contenido valioso o reconoce a otros está generando capital relacional. Esa visibilidad conectada –que combina marca personal y vínculos reales– puede abrir puertas, acelerar trayectorias y consolidar un liderazgo que no solo se muestra, sino que también suma.

 

Conclusión: liderar en silencio ya no es opción

La generación X, acostumbrada a demostrar con hechos más que con palabras, está descubriendo que hoy no solo importa lo que haces, sino también cómo lo comunicas. Y hacerlo con intención, con propósito y con autenticidad marca la diferencia, fortalece la reputación y proyecta presencia ejecutiva.

Esta transformación no empieza por publicar más, sino por mirar hacia dentro; por conectar con lo que nos mueve, con la historia que queremos contar y con el impacto que deseamos dejar. La marca personal, bien entendida, no es un ejercicio de ego: es una forma de liderazgo visible, congruente y significativo.

Erving Goffman ya lo anticipaba: todos actuamos frente a una audiencia. Pero en el mundo actual, ese público es global, digital y constante. No basta con tener un buen perfil; hay que sostenerlo con coherencia. No basta con aparecer; hay que conectar. Porque cada publicación, cada silencio y cada gesto deja huella –para bien o para mal– en la percepción que los demás construyen de nuestro liderazgo.

En tiempos donde el ruido abunda, destacar con elegancia, comunicar con propósito y mostrarse con humanidad es una ventaja competitiva. Y, para hacerlo, es clave diferenciarse con autenticidad, construir una reputación consistente, proyectar presencia ejecutiva y cultivar redes que conecten con sentido. Porque el talento que no se ve, se olvida. Y hoy, más que nunca, el liderazgo también se construye con voz, presencia y visión.

 

Referencias
  1. Goffman, E. (1981). La presentación de la persona en la vida cotidiana. Amorrortu.
  • Tutaya, R. y Guevara, R. (2025). Backstage to frontstage: Digital theater for generation X executives. First Monday, 30 (7).

Roxana Tutaya

Profesora investigadora en Centrum PUCP Business School ·

La Dra. Roxana Tutaya es profesora investigadora del Departamento de Management de Centrum PUCP, especializada en liderazgo, marca personal ejecutiva y comunicación de alto impacto. Es Doctora en Administración Estratégica y ha desarrollado experiencia académica y profesional en Europa y Latinoamérica, estudiando cómo los profesionales y directivos construyen su identidad digital y posicionamiento en el mundo laboral contemporáneo. Sus investigaciones abordan la visibilidad profesional, el liderazgo, la inequidad de género y el comportamiento del yo ejecutivo en entornos digitales.

Sus investigaciones han sido aceptadas para su publicación en revistas internacionales indexadas y presentadas en congresos internacionales, fortaleciendo el campo del branding personal desde una perspectiva crítica, latinoamericana y basada en evidencia científica. También integran marcos innovadores, como la teoría dramatúrgica de Erving Goffman y los enfoques fenomenológicos, aportando nuevas categorías para comprender la autogestión de la marca de ejecutivos en plataformas profesionales.

Además de su producción académica, posee una amplia experiencia en educación ejecutiva y formación de líderes de alto impacto en escuelas de negocios y empresas multinacionales de diversos sectores en Europa y América Latina. Desde el aula, conecta la evidencia científica con la práctica directiva, integrando capacidades de comunicación estratégica, autopresentación profesional y liderazgo influyente. Su propósito es reducir la brecha de visibilidad de los profesionales latinoamericanos –especialmente de las mujeres– y contribuir a la formación de líderes con identidad auténtica, impacto social y propósito transformador.