Los capitales invisibles marcan el futuro de un crecimiento empresarial sostenible
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FG
Francisco García Parra
Business Review (Núm. 362) · Finanzas · Enero 2026
Durante años, el director financiero fue el guardián de los números: vigilar costes, negociar el precio del dinero bancario, equilibrar endeudamiento, mimar inversores con buenos dividendos, cerrar el mes y el ejercicio y decir “no” cuando el riesgo parecía excesivo. Hoy en día, ese papel ya no basta. En un entorno cambiante, la liquidez por sí sola no es suficiente para garantizar la continuidad. Lo que sostiene a una empresa es la capacidad de convertir recursos en resiliencia, de anticipar escenarios y de conectar cada decisión con un propósito claro.
Gestión de capitales diversos
Para explicarlo de forma sencilla, pensamos en varios capitales que hay que gestionar al mismo tiempo: el humano, el tecnológico, el social y el financiero. Cuando uno falla, el edificio tiembla. Por eso, en un grupo empresarial diversificado, el director financiero (CFO) actúa como orquestador: alinea prioridades, mide lo que importa y convierte las buenas intenciones en prácticas que se sostienen en el tiempo.
El capital humano es la primera piedra. Sin personas preparadas, cualquier plan se queda en papel mojado. En muchas empresas hemos visto el mismo guion: se recorta formación para “mejorar el margen”. Y cuando llega una nueva tecnología o cambia la regulación, el equipo no tiene las capacidades para responder. El resultado es contundente: proyectos que se alargan meses, clientes que se van, personas valiosas que se desmotivan y un coste total mayor que el de haber invertido a tiempo. El aprendizaje aquí es simple: considerar la formación como gasto debilita; tratarla como inversión fortalece.
En i3e diseñamos cada nueva iniciativa con un itinerario de aprendizaje explícito. No lanzamos una plataforma sin asegurar que los departamentos de operaciones, ventas y finanzas entienden qué cambia en su día a día. Medimos cosas sencillas: tiempo de adopción, incidencias por usuario o la autonomía del equipo para resolver dudas sin escalar. Y cuando algo sale mal, lo usamos para aprender: analizamos qué falló y lo corregimos para mejorar en el siguiente ciclo.
El capital tecnológico, por otro lado, no va de tener “la tecnología más avanzada”, sino de contar con capacidad real para resolver dudas antes de que sean problemas. El objetivo es no convertirse en una compañía que acumula licencias que nadie usa. La tecnología, mal integrada, resta; pero bien integrada, multiplica. La clave es simple: que todo el mundo sepa usar esas licencias y que sea fácil cambiarlas cuando sea necesario.
Nuestro enfoque es práctico: en la medida de lo posible, desarrollamos dentro de casa los componentes críticos, como datos, analítica o automatización, y los ofrecemos al resto de unidades como servicios internos. Ser “nuestros propios proveedores” nos da tres ventajas: controlamos lo esencial, reducimos fricciones entre negocios y ganamos independencia para decidir el ritmo y la dirección tecnológica. Así evitamos que la innovación se convierta en inversión improductiva.
El capital social es invisible en el balance, pero muy visible cuando falla. Todos conocemos casos de empresas que, por una decisión poco transparente o por promesas que no se cumplieron, perdieron la confianza del mercado. Lo doloroso viene después: contratos cancelados, talento que se marcha y clientes que ya no atienden una llamada. Reconstruir esa confianza cuesta años; protegerla, en cambio, se hace cada día con coherencia y claridad.
Por eso, en i3e trabajamos la confianza como un sistema. Cada nuevo proyecto pasa por una revisión de impactos y un esquema de comunicación temprana con clientes y socios. Contamos con indicadores de servicio que cualquiera puede entender, como tiempos, calidad o incidencias resueltas, y aceptamos auditorías externas en áreas sensibles. Internamente, disponemos de un equipo preparado que responde rápido cuando hay señales de alerta. La reputación no se gestiona solo con frases; se gestiona con hechos consistentes.
El capital financiero sigue siendo un punto crucial, pero su rol cambia: no se trata de acumular dinero, sino de convertirlo en libertad de movimiento. Aquí entra la diversificación con lógica. Apostarlo todo a un solo producto, a un mercado, a un proveedor o a un cliente supone el riesgo de que todo se tambalee cuando ese pilar falle. Una diversificación bien hecha no es dispersión; es equilibrio: combina iniciativas de retorno rápido que financian el día a día con plataformas que crean ventajas acumulativas. Pero hay algo imprescindible: la gestión única de la tesorería.
Para nosotros, la diversificación es una práctica estructural. Como grupo multisectorial, equilibramos unidades con ciclos distintos y sinergias reales: las capacidades tecnológicas que construimos para una compañía las ofrecemos a otra, las compras cruzadas estabilizan costes, la experiencia de un sector acelera una aplicación exitosa en otro.
Interdependencia operativa
Hay un elemento transversal que une todos estos capitales: la independencia operativa. En i3e internalizamos capacidades que consideramos críticas, como datos, ciberseguridad, analítica o logística clave. El objetivo no es hacerlo todo, sino controlar los puntos de fallo y asegurar continuidad cuando el entorno se complica. Ser nuestros propios proveedores en piezas esenciales reduce tiempos, evita negociaciones contra reloj y protege la experiencia del cliente. Y cuando acudimos al mercado, lo hacemos desde la libertad, eligiendo lo que mejor encaja porque nuestra base ya es sólida.
Nada de esto funciona sin una cultura que lo sostenga. Por eso, el CFO no trabaja solo: se sienta con personas, tecnología, operaciones y comunicación para que las decisiones se entiendan y se mantengan en el tiempo. Convertimos conceptos complejos en rutinas simples: reuniones cortas con datos claros, responsables definidos y pasos concretos. En resumen, pocas reuniones con objetivos muy claros.
El rol del financiero ha cambiado de piel. Gestionar bien todos los capitales como un único capital inteligente es lo que permite a un grupo empresarial resistir los contratiempos y aprovechar las ventanas de oportunidad. No se trata de prometer futuros perfectos, sino de construir mecanismos que aprenden, corrigen y mejoran. Ahí es donde el CFO deja de ser el guardián de los números para convertirse en el arquitecto que sostiene la continuidad, la credibilidad y el crecimiento de la organización.

Francisco García Parra
Economista y fundador y CEO de i3e ·


