Los ecosistemas empresariales innovadores

Los ecosistemas empresariales innovadores Los ecosistemas empresariales innovadores

Actualmente, al hablar del origen de modelos de negocio disruptivos, en muchas ocasiones se hace referencia a los denominados ecosistemas empresariales innovadores, entornos muy concretos donde confluyen factores como la generación de conocimiento, la disposición de profesionales con gran talento, la cercanía a proveedores y demás 'stakeholders' especializados, la atracción de agentes inversores... Elementos, todos ellos, que encienden la mecha de la innovación y que actúan como ventajas competitivas potenciales. Negocios disruptivos como Dropbox o iRobot surgieron del ecosistema de Cambridge, ubicado en las inmediaciones del MIT y Harvard.

A finales de 2015, el Center for MIT Entrepreneurship del Massachusetts Institute of Technology (MIT) publicó un estudio en el cual trataba de establecer cuál era el impacto económico generado por esta institución académica. En él se lograba poner de manifiesto el nivel de relevancia económica que es capaz de alcanzar una organización dedicada, fundamentalmente, a la ciencia y, más específicamente, a la “investigación de frontera” (en los límites del conocimiento). Algunas evidencias mostradas en este estudio pueden sorprender tanto a otras universidades como a empresarios que proclaman como un dogma de fe que existe “una brecha insalvable entre la actividad académica y el tejido empresarial”: las más de treinta mil empresas fundadas por antiguos alumnos del MIT dan empleo a más de 4,5 millones de personas, globalmente, y facturan, anualmente, cerca de 1,9 billones de dólares, cifra que superaría el producto interior bruto de Canadá, la décima economía más grande del mundo.

En las mismas fechas, la Universidad de Harvard, bajo la dirección del Dr. Josh Lerner, elaboró su propio estudio, con la participación de una entidad externa, independiente, arrojando cifras aún más impresionantes: exalumnos de Harvard han fundado más de ciento cuarenta y seis mil empresas activas que generan más de veinte millones de puestos de trabajo y facturan, anualmente, casi cuatro billones de dólares, lo equivalente al producto interior bruto de Alemania, la cuarta economía mundial.

La primera conclusión que podríamos obtener de los resultados de este tipo de estudios es que, de algún modo, se puede medir el impacto económico global generado por una institución académica. Esta conclusión no es menor, dado que, aún hoy en día, a menudo se considera a las universidades como entes aislados que llenan estanterías de conocimiento inútil.

La segunda conclusión es que estas instituciones, que tradicionalmente han intentado medir su impacto exclusivamente a través de las (exiguas) cifras relativas a sus actividades de transferencia tecnológica (ingresos por licencias de tecnologías originadas en sus laboratorios), empiezan a incluir otras dimensiones en sus análisis. Es más, son dimensiones que, hay que reconocerlo, muestran datos mucho más relevantes y que, sorprendentemente, están íntimamente ligados a la formación: las cifras asociadas a la actividad económica originada por los antiguos alumnos de las diferentes universidades son...


Oriol Alcoba Malaspina

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Director general de ESADECREAPOLIS.