La globalización no ha sido sinónimo de homogeneización. Las empresas operan en un mundo donde deben entender que cada región es un ecosistema único. Liderar en esta era de fragmentación digital va a exigir convertir la complejidad en ventaja y el caos en oportunidad.
Babel digital: estrategias adaptativas en un planeta fragmentado
Giulio Toscani
Business Review (Núm. 361) · Estrategia · Diciembre 2025
Imaginemos a un empresario contemporáneo, pongámosle corbata azul, portátil último modelo y una fe inquebrantable en los manuales de marketing, que decide lanzar al mercado global un producto tan universal como inofensivo: un cepillo de dientes inteligente. El artefacto, conectado por bluetooth, mide la presión con la que nos cepillamos, envía informes diarios a la nube y, con la bendición de un algoritmo, nos felicita cuando hemos pasado el suficiente tiempo frotando los incisivos.
En teoría, debería ser un éxito planetario. Al fin y al cabo, la higiene bucal no conoce fronteras culturales. Sin embargo, en la práctica, este empresario pronto descubrirá que en Estados Unidos se topa con regulaciones sobre privacidad de datos que exigen almacenar la información dental en servidores nacionales; en China, le obligan a vincular la aplicación a un ecosistema de pagos local y a integrar reconocimiento facial para acceder a funciones avanzadas; y en Europa, Bruselas insiste en que el cepillo cumpla con la Directiva de Bienestar del Usuario Digital, cuyo artículo 37.4 estipula que el algoritmo debe estar libre de sesgos contra las encías sensibles.
La globalización que nos prometieron hace tres décadas parecía augurar un mundo sencillo: un producto, un mercado global, un único idioma empresarial. Hoy, en cambio, los empresarios se enfrentan a una torre de Babel tecnológica en la que cada bloque geopolítico impone su propio idioma, sus reglas y, a menudo, sus caprichos regulatorios.
La ilusión de la globalización universal
Durante la última década del siglo pasado y la primera de este, la narrativa era clara: McDonald’s en cada esquina, Starbucks en cada aeropuerto y un iPhone en cada bolsillo. Parecía que el planeta entero caminaba hacia la homogeneidad: mismo producto, misma experiencia, mismo precio. El mercado único global era, según decían, inevitable.
Sin embargo, conviene recordar que la historia rara vez es tan lineal. Ya en la Ruta de la Seda del siglo II a. C., los mercaderes llevaban seda china a Roma y oro romano a Oriente, convencidos de haber inventado la primera globalización. El problema es que los productos no siempre significaban lo mismo en cada lugar. La porcelana china maravillaba a los europeos, pero pronto descubrieron que era absolutamente inútil para freír huevos, lo cual arruinaba el entusiasmo inicial. Aquella primera globalización era, en realidad, un rosario de ...
Giulio Toscani
Investigador de Human-Computer Interactions en Universitat Pompeu Fabra y NUCB Japón ·
Ingeniero químico de formación, exabogado de patentes por distracción o pura curiosidad, y profesor por vocación inevitable, Toscani combina estos oficios con un doctorado en el KTH Royal Institute of Technology de Estocolmo, desde donde empezó a mirar el mundo con lentes aún más inquietas. Lleva más de dos décadas moviéndose con soltura entre la academia, la empresa y los entresijos del sector público. Fue profesor adjunto en Esade Business School y hoy reparte su tiempo entre Barcelona, donde enseña en la Universitat Pompeu Fabra, y Nagoya, donde imparte clases en la NUCB Business School. A veces se le puede encontrar en São Paulo, Milán, Shanghai, Moscú o Teherán, impartiendo clases o debatiendo sobre el futuro digital del planeta.
Consejero y socio en proyectos de innovación en Singapur y España, ha acompañado a gigantes como Telefónica, General Electric, Nike o PwC en sus metamorfosis digitales. Sus cursos y conferencias giran en torno a la inteligencia artificial generativa, la innovación disruptiva y el emprendimiento digital, pero lo hace con una mezcla de rigor y humor que lo distancia de los habituales profetas tecnológicos.
Fuera de las aulas, Toscani cambia los algoritmos por montañas: es corredor de ultratrail, profesor de yoga y ciclista errante. Ha atravesado en solitario Mongolia y el Sudeste asiático, convencido de que el viaje, como la tecnología, solo tiene sentido si transforma a quien lo emprende. Su interés por la intersección entre la emoción humana, la estrategia y la inteligencia artificial le ha dado una perspectiva poco común en el vertiginoso mundo digital: la de quien observa el futuro sin perder del todo la sonrisa.
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