Cuando lo "imposible" se hace posible

Cuando lo "imposible" se hace posible Cuando lo "imposible" se hace posible

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Marcos Eguillor

Márketing y Ventas (Núm. 142) · Márketing

Diecisiete mil seiscientos millones. Este el número de dispositivos que se conectaron a Internet en 2016. Ordenadores, teléfonos inteligentes y tabletas, además de otros aparatos y utensilios de la vida cotidiana que el Internet de las Cosas logra “sofisticar”. Neveras (paradigma marketiniano de los dispositivos enchufados a Internet), gafas, vigilabebés, cepillos de dientes, termostatos y demás elementos que pueblan nuestra casa (incluida la televisión) para hacerla más inteligente; paradas de autobús y carreteras inteligentes (‘smart cities’), pizarras en centros educativos…, hasta collares para perros, que engrosan una lista de productos que parece no tener fin. Incluso tostadoras habilitadas para ‘bluetooth’ son un ejemplo de conectividad, aunque, ¿cuál es el sentido y/o utilidad real de algunos de los objetos surgidos al amparo del IoT y qué conclusiones podemos extraer acerca de esta tecnología que ha llegado para quedarse?

Se estima que los 17.600 millones del año pasado rondarán los 50.000 millones en 2020, aunque la guerra de cifras es casi tan impredecible y enorme como los números que se barajan, porque las estimaciones dependen, en gran medida, de quién las haga y de qué tipo de aparatos se considere que forman parte de la lista. Sin embargo, ya nos podemos hacer una idea del tamaño del mercado y de algo más importante todavía: de su tendencia. El Internet de las Cosas es una tecnología masiva que afecta a todos los segmentos, industrias y geografías y cuya evolución nos permite extraer algunas importantes conclusiones. el Internet of Things (IoT) es real y ha venido para quedarse.

Llegados a este punto, no tenemos más remedio que plantearnos una serie de cuestiones. Para empezar, debemos situarnos sobre el tablero de juego de la discusión: ¿qué es el Internet de las Cosas? Los lectores recordarán cuando, a comienzos de este siglo, se hablaba del machine to machine (M2M), una suerte de tecnología (a día de hoy, primitiva, antesala de la movilidad en toda su extensión, que empleaba mensajes de texto SMS y el GPRS para la transmisión de datos mediante conmutación de paquetes) usada para comunicar, controlar y gestionar remotamente aparatos. Algunos de los más conocidos en aquel entonces eran las máquinas de vending, los primeros datáfonos TPV (terminal punto de venta) para pagos con tarjetas de débito y crédito y cámaras y dispositivos de seguridad, entre otros. Pues bien, este M2M era el precursor de lo que conocemos hoy en día como "IoT".

Una de las múltiples definiciones del Internet de las Cosas afirma que este concepto no es más (ni menos) que "dotar de capacidad de comunicación inteligente remota (no necesariamente wireless) a cualquier objeto". De hecho, actualmente ya se ha traspasado el Rubicón de la biología, y estas tecnologías se están integrando con formas de vida en plantas, animales... y hasta donde la ética le permita llegar a la ciencia, bien a través de sensores no invasivos, bien a través de implantes biotecnológicos. Es así como ya se empieza a hablar del Internet of Everything, donde todo, absolutamente todo, está conectado a una gran red de información global única y distribuida. En cualquier caso, los tres elementos imprescindibles que definen el IoT son: 
1.  Sensores, que permiten captar lo que ocurre en el mundo real y convertirlo en datos.

2.  Conectividad, que facilita que l...


Marcos Eguillor

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Profesor en IE Business School, fundador y managing partner en BinaryKnowledge, cofundador e integrante del Board de TipTap Labs, y miembro del Internet of Things Council.