¿Dónde integrar la innovación dentro de la organización?

Existe una pasión por resolver retos organizacionales de un plumazo y de la manera más cómoda para el statu quo. Y en la era digital esto ya no es así.

Y no es así porque los esquemas tradicionales por jerarquías y por cajetines (standard operation processes), tan exitosos, ya no aplican
a todo. No aplican porque reflejan una economía industrial que ya no representa a todas las compañías, dada la velocidad del cambio y la necesidad de incorporar innovaciones disruptivas.

Así que lo primero sería distinguir entre los distintos tipos de innovación, ya que no todas se rigen por las mismas métricas de éxito, ni tienen el mismo encaje en el diseño organizacional (estructura, formas de trabajo y liderazgo). Por un lado, la innovación más ligada a la productividad, que implica una mejora continua (Kaizen) y que corresponde a cada departamento y posición. Su objetivo es siempre generar cash flow. Por otro lado, lo que llamaríamos la innovación orgánica o sostenible, que pretende mantener y mejorar una base de clientes. Este tipo de innovación, que acostumbra a vivir con buen criterio dentro de I+D o marketing, se refleja en ventas y margen. Y, finalmente, la innovación disruptiva es la que acostumbra a generar tensiones internas. Puesto que dicha innovación se basa en una propuesta de valor claramente diferenciada de las actuales en la empresa, y su objetivo es generar cash flow a tres o cinco años, requiere una gestión diferenciada. Por lo tanto, implica sacarla del business as usual (BAU), aunque garantizando un reporte directo al más alto nivel.

Así pues, al pensar en dónde integrar los distintos proyectos de innovación, lo primero es determinar de qué tipo de innovación estamos hablando, y después qué esquema organizacional (estructura, reporte, KPI, gobierno, formas de trabajo) es el óptimo para su go-to-market.